Taxio Ardanaz
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IZAN ETA ESAN, Ermita de Santa Cruz. Murillo el Cuende (Navarra) 2020

A la hora de iniciar un proyecto, nunca me ha servido pararme a pensar en para qué o quién iba a hacerlo. Por eso, cuando Bingen y Eduardo me propusieron llevar este memorial adelante, hace ya más de dos años, sabía que la responsabilidad de dar forma al dolor y recuerdo de nueve personas asesinadas no era tarea fácil. Me pareció entonces que la única estrategia posible pasaba por poner la atención en otro lugar: no en la idea, ni el ideal personal o colectivo, sino en el propio proceso, en CÓMO iba a hacerlo. Un proceso creativo se basa en la toma de muchísimas decisiones, pequeñas, grandes, a veces por cuestiones técnicas, otras por intuición o determinadas sensaciones, lo que suele complicar la posibilidad de ofrecer una explicación, digamos, lógica. Pero sí puedo compartir con todos algunas de las decisiones que fui tomando durante éste último año, y de como éstas construyeron, poco a poco, el espacio que hoy hemos venido a inaugurar juntas.

 

ESTAR

Durante mis primeras visitas a Murillete todo fue mirar, ver qué había a mi alrededor, cómo eran los campos, las casas, la vida que tan poco conocía. Desde muy pequeño no había vuelto al pueblo de Moises, mi abuelo. Era tarde cuando recuperé el interés por esta tierra, y ya nunca quiso acompañarme hasta aquí. Decidí entonces trabajar en el lugar y para el lugar. Eduardo me prestó temporalmente su casa familiar, y desde este campo base subía a trabajar a la ermita.

 

DUDAR

Tuve tiempo también de preguntarme por la necesidad de otro monumento. Recordar, homenajear, cómo no, pero la idea de añadir otro monumento más al recorrido de la memoria me parecía un gesto inútil. Siempre he pensado que otorgamos demasiada importancia a estos artefactos que dicen menos de lo que generalmente ocupan. Pero cuando fui a los cementerios de Murillete y Tafalla comprobé incrédulo que sobre las tumbas de Victoriano, Miguel, Vicente, Isidoro, Crisanto, Suceso, Bienvenido, Jesús y Wenceslao no había nada que explicase las circunstancias de su muerte. Decidí entonces que había que intentar dar forma a ese silencio, que en torno a él podía construirse algo parecido al respeto y amor que durante tanto tiempo se les había negado en público.

 

CONOCER

Leí lo poco que se puede leer en los libros sobre la gente corriente, aquella que no tiene cabida en los grandes relatos de la historia. Sólo gracias al empeño de unas pocas, siempre a contracorriente, sabemos de esa masa informe, generalmente ignorada, llamada pueblo. Supe de su militancia, su lucha sindical y política, de los comunales, de la vida del campesino. Decidí entonces que trabajaría con la tierra y desde la tierra, desde la horizontalidad que marcan los campos labrados que nos rodean. Evitar la verticalidad, y encargar 3200 ladrillos de barro cocido, ese modesto elemento constructivo con el que se pavimentaba el suelo de las viejas casas que vemos.

 

LIBERTAD

El arte tiene sus propios métodos, estrategias y técnicas, pero es un lenguaje mediado, desde mi punto de vista, por una irrenunciable libertad. Aquí la he tenido, y no sólo porque nadie me ha dicho lo que tenía que hacer, sino porque además, he podido trabajar como lo hago en el taller: con tiempo, probando, observando, poniendo y quitándolo todo. Son momentos en los que, para evitar la frustración o el miedo, conviene no tener muchas expectativas, pero en los que es imprescindible poner toda la atención sobre lo que se está haciendo. Desbrozamos el terreno, lo excavamos, desplegamos sobre él los ladrillos para levantar frágiles paredes que el cierzo tiraba una y otra vez, hasta que alguna de esas formas vino para quedarse. Decidí entonces dar un lugar propio a la naturaleza, a eso que llamamos malas hierbas y que sabía vendrían, antes o después a ocupar su lugar. Imborrables, como el recuerdo que nos ha traído hasta aquí.

 

ENCUENTRO

El verano pasado, mientras viajaba por Italia, trataba de imaginar un memorial que aún no tenía forma. En las ruinas de Paestum, a 100 kilómetros al sur de Nápoles, un tejado a dos aguas emergía de la tierra en mitad del Ágora, la plaza pública de las antiguas polis griegas. Pensé en la Casa del Pueblo que llegó a Murillete con la República, cerrada temporalmente tras la revolución de octubre del 34, y clausurada definitivamente en julio del 36. Pensé en la importancia de los espacios de encuentro, organización e intercambio de ideas. En lo común y su defensa. Mas tarde descubrí que aquello que había visto en Paestum era el Heroon, un espacio conmemorativo levantado en homenaje a personas relevantes de la comunidad, héroes o dioses mitológicos. Pensé en la humillación pública sobre mujeres, hijas e hijos. En el honor, esa palabra tan absurda como profunda cuando se pierde la estima por una misma. Decidí entonces tener presente el espíritu mortuorio de este lugar, propicio al recogimiento y respeto que suelen acompañar a estos lugares, de vivencia, podríamos llamar, lenta. Un espacio de encuentro también en sus formas, cruces de camino hacia arriba y abajo, entre el cielo y la tierra.

 

IZAN ETA ESAN

Decir para ser, para que algo exista, para existir uno mismo. Como reto y necesidad. Expresarnos como somos, expresar las dudas, los miedos tanto como las certezas. Es difícil, quizás imposible, entender el dolor de hace más de 80 años. Comprender aquella guerra, a pesar de los aviones que sobrevuelan continuamente estas tierras y bombardean otras. ¿Qué se puede olvidar? Aquí estamos, haciendo memoria, y con ella, otra historia. Os animo a caminar por el memorial, subiros a él y ver el horizonte.

Muchísimas gracias a Bingen y Eduardo por contar conmigo y darme su confianza, a Gelin por su tractor, a Borja por facilitar las cosas, a Jorge, por poner los cimientos, a Cesar, por hacerlo real, y a Jone, por estar siempre, desde el primer día hasta el último. Gracias de todo corazón a los que estáis aquí, todo esto es nuestro, que no se nos olvide.

YA SE OYE EL SILENCIO, NACE DE LA TIERRA QUE PISAMOS.

 

Taxio Ardanaz, 5 de septiembre de 2020